sábado, 14 de septiembre de 2013

Desván.

Aquél lugar, que no es pisado desde hace años, abarrotado de viejos objetos, apilados hasta el tejado, cubiertos de polvo, abandonados, condenados al olvido; pero al fin y al cabo, siguen ocupando un espacio en el desván, no siendo capaces de deshacernos de ellos, respaldándonos en la más mínima posibilidad de que algún día nos sean útiles para algo; y así es como poco a poco vamos llenando aquella estancia, con objetos que es su día tuvieron su función y que por algún casual hoy en día dejaron de servirnos, así es como cada vez cuesta más introducir nuevos objetos en esa habitación. Esto es aplicable a nuestra vida misma, vamos trasladando sentimientos y experiencias a un remoto lugar en nuestra memoria, para así evitar toparnos con ellos en nuestro día a día, pero en realidad siguen ahí, no nos atrevemos a desecharlos, no somos capaces de eliminarlos totalmente e inconscientemente a veces nos damos cuenta del peso que tienen todas estas experiencias que trasladamos, sentimos como cada vez cuesta más transportarlas hasta aquél remoto lugar; pero estoy segura de que, en el fondo, merece la pena no eliminarlos, pues quizás, algún día, hasta "el objeto que más inútil nos parezca" puede sernos de gran ayuda.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario